Lugar en el que con breves pinceladas de sentimientos y de fotos intento transmitir mis distintos estados de ánimo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Thalasso Real, Santander

Mi viaje terminó aquí, en la Thalasso Real, Santander; fue un regalo de cumpleaños que recibí de mi hijo y su novia, una estupenda sesión de balneario con masaje incluído, regalo que recomiendo a todo el mundo. Un gran regalo para finalizar un viaje largo y tenso debido a las condiciones meteorològicas que padecimos en ese macropuente de diciembre, llamado aquí en Navarra el puente foral, ya que aquí lo comenzamos el día 3, día de San Francisco Javier.
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Carpintería en Cangas de Morrazo

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Musgo y helechos en el tejado

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Repartidor de cerveza

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Reflejos en el Lérez

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En el río Lérez

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Otro rinconcito de Pontevedra

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Un rinconcito de antaño

Después de más de veinte años he conseguido volver a pisar y recorrer todos los pequeños rincones que permanecían dentro de mi corazón de esta pequeña ciudad gallega en la que por motivos que no vienen al caso tuve que pasar 13 meses de mi vida haciendo algo que era obligado en aquellos tiempos y de lo que sólo se libraban los insumisos y algún que otro objetor de conciencia.
Quizá fuese una pérdida de tiempo, el estado nos robaba un largo año de nuestras vidas, pero también es cierto que le podías dar la vuelta, ello nos servía para poder conocer otro lugar, otras gentes y que al final es lo que me quedó a mí. Durante varios años y en sueños he recorrido cada rincón de Pontevedra, de su casco antiguo o histórico y después de tantos años he tenido la oportunidad de volverlo a recorrer. Para los que no la conoceis os diré que es una pequeña ciudad tranquila, con un casco antiguo perfectamente conservado y limpio que tiene un sabor tan gallego que pasaría días y días recorriendolo, observando esas casas de piedra recubiertas de musgo y esos pequeños helechos saliendo por doquier, sus gentes tranquilas, amables con ese carácter que te hacen sentir en tu propia casa. En resumen, merece la pena coger el coche y recorrer los largos ochocientos kilómetros que me separan de ella para volver a traerme conmigo todo aquello que hace tantos años me traje y que creo que si volviera otra vez volvería a encontrarlo de nuevo. Mis sensaciones tan distantes en el tiempo se han vuelto a encontrar y sigen siendo las mismas, con la única diferencia que la gente con la que recorría sus calles ya no estaban allí porque cada uno eramos de un punto diferente de la península. Ha sido un viaje satisfactorio que espero volver a repetir.
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